El estrés por calor es uno de los principales tipos de estrés en la producción porcina, especialmente en la cerda lactante. Sin embargo, los estudios que muestran el impacto del estrés térmico en las cerdas lactantes y sus lechones no están actualizados. Pero en los últimos años, la limitada capacidad de ingesta de pienso de las cerdas hiperprolíficas y el calentamiento global han llevado a una mayor concienciación de este problema inevitable desde Europa hasta Asia.
Estrés térmico
El estrés térmico se produce cuando la temperatura ambiental del animal está por encima de su zona térmica neutra. En ese momento, el animal produce más calor a través de su metabolismo o recibe más calor de su entorno del que es capaz de eliminar.
La cerda lactante es el animal más expuesto al estrés térmico
La cerda lactante presenta una tolerancia al calor significativamente menor que el cerdo de engorde e incluso que la cerda gestante. Esta menor resistencia térmica se debe, principalmente, a la elevada ingesta de pienso necesaria para satisfacer las elevadas demandas energéticas y nutricionales de la camada, así como a la intensa producción de leche, un proceso altamente termogénico.
Además, durante la lactación, la cerda se encuentra expuesta de forma continua a temperaturas ambientales superiores a su zona termoneutral. Mientras que el rango de confort térmico para los lechones recién nacidos se sitúa entre 30 °C y 34 °C (Quiniou et al., 2000), la temperatura de las salas de maternidad suele mantenerse entre 22 °C y 25 °C para equilibrar las necesidades de ambos, aunque esta última ya representa una carga térmica relevante para la madre.
En consecuencia, tanto en verano como en invierno, la cerda lactante está sometida a un estrés térmico prácticamente inevitable, lo que hace imprescindible implementar estrategias de apoyo nutricional y ambiental para minimizar su impacto sobre el bienestar y la productividad.
¿Cómo disminuye su temperatura la cerda?
La cerda, y en general el cerdo, carecen de glándulas sudoríparas funcionales, lo que limita considerablemente su capacidad para regular su temperatura corporal.
Por un lado, el metabolismo aumenta la termólisis: la tasa de respiración se acelera para aumentar la pérdida de calor y la circulación sanguínea se redirige hacia las redes capilares de la piel para favorecer la pérdida de calor por convección.
En consecuencia, se reducen los nutrientes disponibles para la producción de leche. La cerda debe entonces movilizar sus reservas para cubrir las necesidades de lactación para su camada.
¿Cuáles son las consecuencias directas del estrés térmico?
El estrés térmico induce un descenso en la ingesta de pienso de la cerda, pero, ¿de cuántos gramos estamos hablando?

Figura 1: Efecto de la temperatura ambiente sobre la ingesta de pienso en la cerda lactante
La disminución de la ingesta de pienso se traduce en una disminución de la producción de leche y de peso.

Tabla 1: Efecto del estrés térmico en el rendimiento de la cerda y de la camada
En cuanto al rendimiento de la camada, las pérdidas oscilan entre 300 y 750 g/día/camada, lo que puede representar una diferencia de un kilo en el peso del lechón al destete.
¿Cómo ayudar a la cerda?
La prevención es la clave. Pero, ¿Cómo se puede prevenir una ola de calor?
Las soluciones «clásicas»
Las soluciones utilizadas habitualmente consisten en aumentar la digestibilidad de los nutrientes, aumentar la concentración energética de la ración o limitar el estrés oxidativo, pero no abordan directamente el núcleo del problema.
Tanto si el estrés es térmico como de otra naturaleza, cuando el animal lo percibe, se integra directamente a nivel cerebral para desencadenar una respuesta fisiológica en cascada. Esta respuesta puede variar según la sensibilidad individual del animal y su capacidad de adaptación.
Reforzar la capacidad de adaptación de la cerda lactante al estrés térmico
Esta es la primera estrategia que debería aplicarse en la producción porcina. En efecto, la respuesta al estrés (en este caso al estrés térmico) puede mejorarse reforzando la actividad de las neuronas implicadas en la respuesta al estrés: las neuronas serotoninérgicas. Esto da lugar a una mejor adaptación del comportamiento del animal:
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Un consumo sostenido de alimento a través de una dieta más fraccionada.
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Un aumento del consumo de agua, base para una óptima producción de leche.
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Cerdas menos agitadas, que no producirán calor extra.
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Cerdas más receptivas, que no aplastarán a sus lechones.
Gracias a esta acción cerebral, que aborda la cuestión del estrés desde la raíz (en este caso el estrés térmico), se reducen los efectos nocivos para el organismo: estrés oxidativo, pérdida de permeabilidad de las membranas, alcalosis sanguínea, etc.
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Fuente: Heat stress and the lactating sow: a reality to be addressed! (livestock-world.com)